El hecho de que una obra de arte pueda servir para entendernos es algo magnífico.
El video-arte se componía por tres elementos relevantes: la escultura de una mujer hecha con barro, yeso y cemento, un conjunto de imágenes distorcionadas acerca de la época industrial en blanco y negro, y un punto blanco sobre fondo negro.
El objetivo de la obra es explicar el proceso de construcción que puede generarse durante un tiempo difícil; cómo una mujer puede crecer y desarrollarse entre el barullo de la nueva sociedad y la industralización de nuestras vidas. La obra toca temas delicados; expone dolor, misterio e incertidumbre, pero al final, propone una nueva idea de conclusión. Después ser seducidos y succionados por la imagen tresgiversada y determinante del video, un punto blanco sobre un fondo negro cierra y nos invita a la reflexión.
Es un recorrido por nuestras vidas, por nuestro proceso mental, es un viaje interesante en el que podemos encontrarnos solos o acompañados. Es una travesía única.
Su análisis es interesante, pero su final parece atemorizante. Un punto y ya, el miedo se acaba, la imagen asustada que iba a salir no existe, el ruido arítmico de la canción se ha terminado, y ella, después de revivir y ser más que una escultura, ha explotado.
Punto final.
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